Cuando viajas seguido, es lógico que encuentres en el autobús un sin fin de personas (tan cuerdas o extrañas) con una forma de comportarse tan diferente y, en ocasiones, tan desagradable. Pero este escrito no se relaciona tanto con e comportamiento sino con lo feo que es viajar con alguien que no huele bien. Me subí al autobús de Cuernavaca a México cuando subí la persona con la que compartiría asiento ya había llegado así que tuve que sentarme en la parte del pasillo (gracias a todos los santos).
En el momento en el que me senté creo que aún no pude percibir el martirio de todo el viaje. Así pasó la señorita de la cafetería a repartir bebidas y un pequeño dulcesillo, hasta ese momento todo iba bien, de repente, el señor que iba junto a mi bostezo y parece que toda una bocanada de aire con cebolla hubiera impregnado el ambiente. Pensé que sería un aroma que pasaría pronto y que tal ves había venido del asiento de atrás pero ¡oh, gran error!, el aire con olor extraño volvió a invadir el ambiente, yo no sabía ni qué hacer. Me podría haber cambiado de lugar pero no había lugares disponibles, intenté taparme la nariz con mi libro y fue en el momento en que me arrepentí de viajar en ese autobús. Lo peor es que arrepentí de tener un "olfato" de 10, es decir, la verdad siempre me he sentido orgullosa de mi buen olfato pero en ese momento lo que deseaba hacer era quitarme la nariz y ponerla en la basura.
En todos los viajes no me había tocado un martirio como este..pero ¿algún día me tendría que tocar o no?
He aprendido de ahora en adelante viajaré con respirador o tendré que pagar dos asiento para mi como en algún momento una persona que conozco lo hizo.
En el momento en el que me senté creo que aún no pude percibir el martirio de todo el viaje. Así pasó la señorita de la cafetería a repartir bebidas y un pequeño dulcesillo, hasta ese momento todo iba bien, de repente, el señor que iba junto a mi bostezo y parece que toda una bocanada de aire con cebolla hubiera impregnado el ambiente. Pensé que sería un aroma que pasaría pronto y que tal ves había venido del asiento de atrás pero ¡oh, gran error!, el aire con olor extraño volvió a invadir el ambiente, yo no sabía ni qué hacer. Me podría haber cambiado de lugar pero no había lugares disponibles, intenté taparme la nariz con mi libro y fue en el momento en que me arrepentí de viajar en ese autobús. Lo peor es que arrepentí de tener un "olfato" de 10, es decir, la verdad siempre me he sentido orgullosa de mi buen olfato pero en ese momento lo que deseaba hacer era quitarme la nariz y ponerla en la basura.
En todos los viajes no me había tocado un martirio como este..pero ¿algún día me tendría que tocar o no?
He aprendido de ahora en adelante viajaré con respirador o tendré que pagar dos asiento para mi como en algún momento una persona que conozco lo hizo.
4 commentaires:
Por eso siempre anda cargando unas pastillitas o chicles para el mal aliento. No precisamente para ti, sino para cuando te encuentres a alguien así. No mms, qué desagradable!.
Yo lo que hago es que empiezo a tararear una canción (para romper el silencio), y luego saco las pastillas y los chicles, me echo uno a la boca y "muy amablemente" ofrezco al hocico de cañería respectivo. Deben pensar "ah, que muchacho tan amable", pero yo pienso, "orale pinche apestoso, trágate esto, jajajaja.
Claro, a veces no funciona, pues depende del grado de pestilencia. Hay gente que hasta te pone los ojitos llorosos :S.
Ja,ja el otro día me pasó algo parecido, se subió a la combi en la que iba un señor que olía a perro muerto... la neta, así olía, total que tuve que aguantarlo por 15 minutos, se bajó e inmediatamente se subió un monito todo perfumado, pero ni creas que fue un alivio, como que se había echado todo el frasco encima, creo hasta mareada quedé. En fin creo en estos casos no servirían las pastillitas, ni modo.
Mi mala suerte es tanta que siempre que viajo en camión el que se sienta a mi lado apesta. Así como te pasó a ti, pero no sólo de la boca, a veces es de las axilas, otras veces los pies o lo que sea.
El peor fue uno que apestaba a alcohol y para empeorarlo se echó unas mentas a la boca, lo cual sólo ampplificó el terrible olor.
Maldiita sea.
Saludos.
Vivir en Lima es vivir entre el sudor de los otros y la peste del resto, tanto que al final uno termina oliendo igual, tan solo por no desentonar...
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